domingo, 6 de mayo de 2012

A vueltas con el voluntariado

Veo el vídeo de la jornada del voluntariado que se celebró en nuestro centro hace ya un par de semanas y releo ¡Bienvenido, Mister Voluntario!, donde se relata cómo se desarrolló, y vuelvo a pensar en su sentido.

No pongo en duda las buenas intenciones de las personas que participaron como voluntarias en la jornada, que supongo que son ayudar a los demás y contribuir a que la sociedad mejore. Bueno, miento; sí que dudo de las intenciones de algunos de los que participaron, dudo de aquellos que nombraron a los patrocinadores de una jornada tan llena de bondad y de aquellos que nos echaron la charla por no estar escuchándoles  su interminable discurso, carente de sentido para los estudiantes. A todos los demás, les agradezco su esfuerzo.

Lo que sí pongo en duda es la utilidad de su acción. Me explico: yo asistí a uno de los talleres de inglés, donde varios voluntarios estadounidenses tuvieron una animada charla con los alumnos de una clase sobre los tipos de comida más populares en su país y las preferencias de unas zonas y otras. Parece un estupendo ejercicio para aprender inglés y la cultura norteamericana. Hasta ahí todo bien, ¿no? Pues no tanto: eso es lo que hacen todos los días nuestros compañeros profesores de inglés y nuestras compañeras auxiliares de conversación estadounidenses, pero con una diferencia: nuestros compañeros y compañeras lo hacen mejor, mucho mejor, porque ellos conocen a los alumnos, saben en qué situación está cada uno y hacia dónde pueden ir para que aprendan más y mejor. Evidentemente los voluntarios que vienen un día, revolucionan la vida del instituto y luego se van, esto no lo saben ni lo pueden saber. Y no es una diferencia pequeña: es la diferencia básica entre una buena educación y una acción puntual, dispersa, de las que se aprende poco.

Es desgraciadamente el mismo caso que el de algunas ONGs, que se empeñan en saber qué necesita el necesitado, y que van con sus proyectos diseñados en las sociedades más opulentas para regalárselos a las que lo son menos, para que puedan recorrer el camino, trazado de antemano, hacia el bienestar. En muchos de estos casos, esos estupendos proyectos carecen de sentido en la sociedad receptora, que lo que realmente necesita es nuestro apoyo para emanciparse de la tutela de los explotadores (o al menos que quiten las trabas a su emancipación), encontrando su propio camino (que posiblemente no es como el nuestro), hacia su bienestar (que casi con toda seguridad tampoco es como el que deseamos nosotros).

Podemos decir que el  contenido que se aprende de una situación como esta (las preferencias culinarias de los estadounidenses o la conversación en inglés) no es lo más importante, que lo fundamental son los valores transmitidos a los alumnos (solidaridad, entrega desinteresada, etc.). Es verdad, pero junto con esos valores se está enseñando una forma de aplicarlos que no contribuye a mejorar el problema, la situación del necesitado, del explotado o de quien sea el receptor de esa acción. Y eso es un error porque ese espejismo de ayuda impide que surja lo que verdaderamente puede mejorar las cosas. No necesitamos acciones puntuales o dispersas: necesitamos trabajo continuado y compromiso. La acción puntual puede servirnos para sentirnos mejor con nosotros mismos, pero poco ayuda a resolver una situación compleja o a mejorar la vida del prójimo. En el voluntariado, en la educación o en cualquier otra situación.

Porque para resolver problemas de fondo hay que meterse bien en el fango.

1 comentario:

  1. Vamos que la enseñanza es cosa de profesores y no de Políticos y Voluntarios por mucho interés que le pongan.
    Más profes y menos políticos.

    ResponderEliminar